De entre los muchos aspectos que están relacionados con el desarrollo y la vida de un centro, podríamos preguntarnos cuál es el fin último, el fin intrínseco de la organización escolar, que en cierta manera moldea parte de nuestra cotidianidad y condiciona nuestro trabajo, nuestras vacaciones, nuestro ocio, etc. Atendiendo a esta pregunta y echando un vistazo a estos pasillos que actúan como venas y arterias de las organizaciones vivas que son nuestras escuelas, parece que la respuesta es clara, y no es precisamente entretener a esos pequeños seres humanos mientras los progenitores o familias estamos en el trabajo, sino preparar a nuestros alumnos e hijos para la vida fuera del propio centro, para afrontar con garantías de futuro.
Siempre bajo este precepto debemos considerar otras preguntas circunstanciales del tipo: ¿Cómo ha cambiado nuestra sociedad en las últimas décadas y especialmente en los últimos años? ¿Cómo somos de diferentes en comparación a aquellas generaciones de los 80, 90, 2000? y más aún si cabe ¿Cuáles serán los retos a los que las futuras generaciones se enfrentarán?
Haciendo un ejercicio de reflexión mientras que observamos desde una perspectiva heliocentrista la sociedad española, y poniendo en consideración no sólo cómo nuestra sociedad ha cambiado en cuanto a diversidad, sino cómo nuestra sociedad ha desarrollado vínculos y lazos socioculturales con otros países y ámbitos geográficos es evidente que uno de los aspectos más importantes es la transculturalidad. El número de personas de otras nacionalidades y culturas que conviven en un mismo espacio, bien sea en territorio español, o aquellos en otros ámbitos geográficos a los que España contribuye, ya sea mediante trabajadores inmigrantes o relaciones laborales con empresas no nacionales, a través de sedes, trabajo en línea, o ámbito formativo o educativo entre otros, se ha multiplicado exponencialmente.
Ahora que se habla tanto del enfoque competencial, es una consideración que todo centro, a través de sus diferentes órganos y desde la subjetiva flexibilidad que la ley nos confiere debería plantearse. Un centro debe ser como una araña, permítanme la licencia de la alegoría, sí como una araña, y no en cuanto a depredación se refiere. Un centro debe ser una entidad que construye de manera constante relaciones, que crea hilos que permiten colaboraciones flexibles, pero al mismo tiempo resistentes entre diferentes lugares y espacios (en el sentido más amplio de la palabra), comenzando por aquellos más cercanos, aquellos que se producen entre nuestros compañeros de nivel, ciclo, etapa educativa, centro, barrio, ciudad, comunidad, país, continente, e incluso planeta.
Cierra los ojos, piensa en cuántas personas conoces que viven en el exterior, que trabajan o han trabajado para entidades que no pertenecen al ámbito local cualquiera que sea; ahora ábrelos y mira a tus alumnos, o a tus hijos, ¿hay posibilidades de que en un futuro se encuentren en la misma situación? Pues bien, aquí es donde el plurilingüismo y las relaciones y mecanismos de colaboración transcultural deben funcionar, no en un esfuerzo aislado y puntual, sino en una renovación constante, ¿o es qué acaso una araña deja de producir seda? (repito, siempre desde una visión alegórica).
En este sentido, los equipos directivos y consecuentemente los docentes y educadores, tenemos que ser muy conscientes de ello. Como equipo directivo asumimos esta responsabilidad y afrontamos este reto con ilusión, rodeado de un equipo de personas que entienden la dimensión, la importancia y el alcance de la constante construcción de esta tela de araña, en ocasiones desdeñada o menospreciada, pero no por ello exenta de sus propias virtudes: la resiliencia, la capacidad para adaptarse, de buscar nuevas vías de colaboración, de renacer.
Nosotros hemos comenzado a construir nuestra pequeña telaraña, empezando desde lo más próximo, la colaboración dentro de nuestra organización, para seguir con nuestra comunidad a través del programa Mentor Actúa, a nivel nacional dentro del programa de Agrupaciones Escolares, y a nivel internacional mediante los proyectos de etwinning que llevamos a cabo, y esperemos que, en un futuro, el intercambio de docentes y alumnos.
Este esfuerzo es continuo, pero al mismo tiempo ha de ser flexible, adaptarse a los organismos e instituciones consolidados, pero también a aquellos que surgen puntualmente y a las iniciativas que promovidas desde los entes públicos (sin ser ello condición sine qua non) desde su papel de amparo, guía, referencia y ejemplo, debe ejercer. No deben existir excusas en este ámbito, tanto el centro como los docentes y familias debemos compartir y aceptar nuestra responsabilidad y tenerla presente en el día a día. Un proyecto de intercambio de cartas, no es un proyecto, es una ventana al exterior, una movilidad del alumnado es una experiencia nueva y motivadora que redunda no sólo en el individuo, sino también en nosotros como sociedad y ente global.
Seguimos aprendiendo y experimentando, explorando cada rincón para afianzar nuestra seda, una seda que vibra con una melodía propia de nuestro centro y que nos permite puntualmente mirar a través de las gotas de rocío que de ella penden, contemplando un mundo diferente, un mundo que nos espera y para el que estamos preparamos y en muchos casos anhelamos conquistar.
PD. Mis disculpas a los aracnofóbicos…
Pedro Laguna.
J.E. CEIPSO Miguel de Cervantes, Getafe.





